Evaluación continua, evaluación sumativa, evaluación de proceso, evaluación inicial…, seguro que habéis oído hablar muchas veces de evaluaciones, pero siempre utilizando diferentes descriptores, y ya no sabéis cuál es cuál. Antes de empezar con el post, vamos a unificar terminología para entendernos.

¿Cuál es la finalidad de la evaluación?

Lo que debemos tener claro es que la evaluación tiene dos finalidades:

  • Regular: se realiza a lo largo de todo el proceso de enseñanza-aprendizaje para detectar las dificultades y los errores y así tomar medidas en relación con el proceso de enseñanza-aprendizaje. Esta evaluación también se denomina evaluación formativa (cuando la realiza el profesorado) y evaluación formadora (cuando la realiza el alumnado).
  • Calificar: se realiza al finalizar el proceso de enseñanza-aprendizaje para ver el nivel de logro de los aprendizajes y así orientar al alumnado. Esta evaluación también se llama evaluación sumativa.

¿En qué consiste la evaluación formadora?

En este post nos centraremos en la evaluación que se realiza durante todo el proceso de enseñanza-aprendizaje, que realiza el propio alumnado y que, como hemos visto antes, se llama evaluación formadora.

“La información que se busca se refiere a las representaciones mentales del alumnado y a las estrategias que utiliza para llegar a un resultado determinado, es decir, la finalidad es llegar a comprender por qué un alumno no entiende un concepto o no sabe hacer una determinada tarea. Los errores son objeto de estudio en tanto que son reveladores de la naturaleza de las representaciones o de las estrategias elaboradas por el estudiante.”
Neus Sanmartí (2001)
professora i química catalana

¿Cómo puedo potenciar la evaluación formadora?

Hay muchas formas de potenciar la evaluación formadora, pero os proponemos tres que son lo suficientemente flexibles para ser aplicadas en cualquier etapa formativa:

  • Representación de los objetivos de aprendizaje

Compartir con el alumnado cuáles son los objetivos de aprendizajes ayudará a que puedan saber cuál será el objetico, el destino al que se llegará con las actividades planteadas. Saber hacia dónde hay que ir ayuda a poder realizar las tareas de autorregulación necesarias para poder hacer una evaluación formadora.

Reflexionar sobre los objetivos de aprendizaje es tan sencillo como preguntar a los alumnos qué han aprendido durante la actividad. Esta es una de las mejores formas de detectar si sus respuestas coinciden con los objetivos de aprendizaje determinados por el profesorado. En el caso de que haya coincidencia, querrá decir que las actividades han servido para alcanzar los objetivos planteados. En caso de que no haya una coincidencia, será importante conversar con los alumnos con el fin de evidenciar cuáles eran los objetivos y detectar los motivos por los que no los han identificado, y si fuera necesario, proponer nuevas actividades en la planificación de aula.

  • Planificación de las acciones

Planificar un procedimiento, una tarea o un proyecto es clave para dedicar el tiempo necesario a pensar cómo seguir avanzando. Esta planificación puede hacerse tanto a partir de procedimientos concretos (hacer una división, escribir un texto descriptivo) como con la propuesta de pasos de todo un proyecto. Realizar estas planificaciones implica una mayor probabilidad de éxito durante su ejecución y, además, también permite ver en qué pasos se dan más dificultades para mejorar.

En este enlace encontraréis una base de orientación, consensuada con el alumnado, para escribir un texto justificativo, y en esta otra imagen veréis una base de orientación realizada en pequeños grupos para hacer una división.

  • Valoración de los aprendizajes

Una forma de potenciar la reflexión de los aprendizajes es llevando a cabo un diario de clase para ir identificando qué han aprendido durante la actividad, qué estrategias han utilizado para llevarla a cabo y, sobre todo, qué dificultades han tenido y como las han solucionado (o en su defecto, qué dudas aún tienen y necesitarían clarificar). No se trata de hacer un conjunto de actividades realizadas, sino que lo importante del diario de clase son las reflexiones y detallar qué han hecho durante la actividad.

Hay muchas formas de potenciar una evaluación reguladora en el aula, lo importante es que si, llegado este punto, habéis detectado que no la potenciáis en el aula, hay que buscar cómo y cuándo introducirla para que el alumnado vaya siendo cada vez más autónomo en su aprendizaje; en definitiva, vaya aprendiendo a aprender.

Para saber más...

Si os parece interesante conocer más herramientas de evaluación y saber al detalle cómo confeccionarlas, no os perdáis el curso virtual “Herramientas de evaluación: dianas, rúbricas y portafolios” que os ofrecemos desde Doqua.

¿Cómo potenciáis la evaluación formadora en el aula? ¿Usáis alguna de estas estrategias, pero hasta ahora no sabíais que estabais haciendo evaluación formadora? ¡Contádnoslo!