5min

Los deberes de verano, además de ser un importante refuerzo escolar de todo lo que se ha ido trabajando a lo largo del curso, pueden ser la oportunidad para poner en práctica otras formas de aprender que a veces es complicado proponer durante el periodo escolar. 

La falta de tiempo a lo largo del curso escolar y la presión social para terminar los contenidos dificultan que llevemos a cabo todas las propuestas que nos imaginamos para favorecer el desarrollo integral de los alumnos. Es por ello por lo que los deberes de verano pueden ser el recurso idóneo para trabajar transversalmente las competencias curriculares, integrando el desarrollo de la autonomía y la iniciativa personal del alumno.

Asimismo, los deberes de verano también pueden reforzar el papel de las familias, favorecer un aprendizaje vivencial de los alumnos y contextualizar el conocimiento en un entorno cercano y conocido.

¿Qué se podría trabajar con los deberes de verano?

Empecemos con un poco de teoría. Autores como Piaget exponen que los niños y las niñas desarrollan un proceso de incorporación en el que los nuevos conocimientos se asimilan integrándose a las estructuras ya interiorizadas, lo que da como resultado los aprendizajes. Por lo tanto, no solo hay que tener en cuenta la realidad de los niños y las niñas, sino también los conocimientos previos.

Si un aprendizaje no es significativo para el niño o la niña, no lo mantendrá en el tiempo y lo olvidará o sustituirá por aprendizajes posteriores. En este sentido, es esencial desarrollar aprendizajes memorables, vinculados a los intereses personales de los alumnos y que potencien su creatividad, y mostrar la utilidad de los mismos. Cuanto mejor se lo pasen y más conecten con lo que están aprendiendo, más fijados les quedarán los aprendizajes.

Por este motivo, creemos que las vacaciones de verano son el momento ideal para experimentar, para descubrir y, en última instancia, para seguir aprendiendo.

La importancia de seguir aprendiendo

El aprendizaje activo parte del concepto educativo learning by doing, de John Dewey, que plantea que la educación tiene el objetivo de favorecer el aprendizaje relevante y práctico, no solo pasivo y teórico, y que este tipo de aprendizaje contribuye a crear una escuela abierta y cercana al mundo real.

Dewey cree «que la escuela debe representar la vida actual: la vida real y vital para el niño como la que lleva en casa, en el barrio o en el patio. Los profesores presentan problemas de la vida real a los niños y después guían a los estudiantes en la resolución del problema proporcionándoles una actividad práctica para aprender la solución”.

El papel de los cuadernos de verano

Con los cuadernos de verano se puede consolidar y reforzar el aprendizaje con actividades conceptuales y procedimentales, aunque cada vez es más evidente que deben complementarse con actividades alejadas del lápiz y el papel.

Siguen siendo importantes, pero ya no pueden ser los únicos protagonistas del verano. Compatibilizar actividades de carácter más conceptual con actividades más prácticas y vivenciales ayuda a promover el desarrollo competencial del alumno.

¿Cómo integrar y trabajar los nuevos deberes de verano?

El objetivo de estas propuestas es consolidar las competencias que se han ido desarrollando a lo largo del curso escolar a través de actividades que trabajen las materias y los contenidos de forma transversal y, a poder ser, en contacto con la naturaleza y la sociedad.

Podéis proponer al alumnado que cada semana haga una de las actividades, ya sea escogiendo una de entre las propuestas o entregando una planificación de verano. Estas actividades pueden plasmarse en un diario de verano, en fichas aparte o en grabaciones de vídeo o voz. La cuestión no es saturarlos de trabajo, sino mejorar su experiencia de las tareas que ya hacen aprovechando aquellos juegos y actividades propios del verano que están cargados de aprendizajes.

Ejemplos de actividades para hacer con los deberes de verano:

  • Elegir un documental y recomendarlo por escrito a los compañeros/as.
  • Construir una cabaña, dentro o fuera de casa, siguiendo un diseño previo.
  • Crear un pasatiempo (sopa de letras, crucigramas, sudoku, etc.) para intercambiarlo con un compañero/a.
  • Crear el árbol genealógico familiar.
  • Hacer una coreografía de baile.
  • Hacer un concurso de cocina en familia en el que cada miembro cocina un plato y el resto puntúa el gusto y la presentación del mismo, así como la limpieza del espacio y de los utensilios.
  • Marcar en un mapa una ruta para hacer en bicicleta o a pie (¡y hacerla!).
  • Hacer manualidades y explicar cómo se realizan en un vídeo, por ejemplo: pulseras, marionetas, construcciones con materiales reciclados, etc.
  • Enviar una carta a un amigo o amiga.
  • Escribir un cómic de una aventura de verano.
  • Hacer de agente de viajes. Recopilar toda la información necesaria para hacer un viaje, ya sea real o imaginario. Descubrir el idioma del país o territorio, buscar curiosidades, espacios de interés para visitar y posibles alojamientos, calcular el precio total de la estancia, etc.
  • Descubrir el cielo de noche. Investigar previamente qué constelaciones hay o planificar noches de lluvias de estrellas.
  • Hacer experimentos científicos en casa, como los que se proponen en esta página web.
  • Realizar actividades para cuidar el planeta, como una jornada para recoger basura o plásticos abandonados en la naturaleza, o proponer ideas para el ahorro de agua o para reducir el impacto medioambiental.
  • Hacer helados de frutas tan dulces como estos.

Estas propuestas trabajan de forma transversal varias competencias curriculares. Por ejemplo, la actividad «Hacer de agente de viajes» permite desarrollar el ámbito lingüístico y, al mismo tiempo, la competencia matemática —a partir del cálculo del coste del viaje—, la competencia de conocimiento e interacción con el mundo físico —investigando territorios y espacios de interés— y la competencia digital —buscando y comparando información. Igualmente, contribuye a desarrollar la creatividad y la autonomía.

Para acabar

Es importante que los chicos y chicas disfruten de las vacaciones de verano, que las perciban como un periodo dedicado al descanso, resultado del esfuerzo y el trabajo de todo el curso escolar. Pero el verano, si se planifica bien, es lo suficientemente largo como para hallar tiempo para descansar y para aprender: para mantener activas la estimulación y la capacidad de atender.

Para terminar, os dejamos con este interesante debate de ocho minutos en Cadena SER dedicado a los deberes de verano.

Referencias:

  • Dewey, J. (1938). Experience & Education. New York: Simon & Schuster.

  • Piaget, J. (1947). Psicología de la inteligencia. Buenos Aires: Editorial Psique

Más información:

Para saber más...

Si os interesa profundizar en distintas metodologías del aprendizaje, os recomendamos echar un ojo al curso online de Doqua sobre el Trabajo por proyectos.

Y vosotros, ¿creéis que los deberes de verano son necesarios? ¿Tenéis otras propuestas que puedan motivar a los alumnos? Comentad vuestras ideas y compartid con nosotros vuestra experiencia.

También te puede interesar: