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La situación que hemos estado viviendo estas últimas semanas y meses ha sido de las más extraordinarias que se recuerdan. Nos ha obligado a replantearnos una serie de dinámicas y hábitos que dábamos por seguros y ha puesto en valor otras que, en el día a día de lo que ahora llamamos ”antigua normalidad“, tal vez nos habían pasado por alto. ¿Qué pasará en el sector educativo en el curso 2020-2021?

En el ámbito educativo, esta situación —es evidente— genera una gran incertidumbre respecto al inicio del curso 2020-2021. No solo nos ha obligado a dar una respuesta de emergencia a la situación de confinamiento y al cierre de los centros, sino que también ha puesto de relieve la necesidad de nuevos planteamientos, estrategias, herramientas digitales y otros recursos necesarios para adaptar la práctica docente a escenarios de no presencialidad. Es evidente que el entorno influye en el aprendizaje, y hay que saber adaptarse a un escenario que lo cambia.

La incertidumbre, principal característica del curso 2020-2021

Ante esta situación, muchas voces de un amplio espectro del ámbito educativo han tratado de dar respuestas, ideas, consejos sobre el modo de asumir la entrada del próximo curso, el 2020-2021. Consejos sobre cómo adaptar el funcionamiento normal de un centro educativo a escenarios en los que:

  • La presencialidad en las aulas no está garantizada.
  • Los grupos clase tal vez se deban dividir o alternar.
  • La aplicación de agrupaciones y metodologías cooperativas tal vez no sea viable.

¿Qué nos depara el futuro? Hoy en día, la forma en que comenzará el próximo curso sigue sin estar clara. Ni el calendario escolar ni la forma en que deberán abrir los centros han sido concretados más allá de algunas líneas generales e hipótesis sobre ratios, espacios, número de profesores. Tampoco se ha determinado si habrá que hacer exámenes virtuales.

Está claro, sin embargo, que habrá cosas que no podrán ser como antes, como por ejemplo las clases de educación física. Por tanto, todos los debates y las reflexiones que intentamos llevar a cabo se dan en un marco general de incertidumbre. Pero, ¿podríamos encontrar una vertiente positiva?

No obstante, sí podemos desgranar algunos de los retos a los que tendremos que dar respuesta en este escenario de pandemia que, como todo periodo de cambio, puede ser un buen momento para profundizar en ciertos aspectos de la práctica docente y para repensar otros, de forma que se sienten unas bases sólidas para transformar el mundo de la educación.

¿Qué debemos hacer con los contenidos?

Uno de los principales efectos de la situación de confinamiento ha sido la imposibilidad de trabajar todos los contenidos que nos habíamos marcado al inicio del curso. En muchos casos, nos hemos encontrado con que la manera de compartir los contenidos con nuestros alumnos requería un cierto grado de presencialidad, la cual, de forma repentina, se ha visto disminuida. Esto nos ha hecho replantear cuáles son los contenidos más relevantes para nuestros alumnos con vistas a darles prioridad. Pero entonces, ¿qué podemos hacer?

La respuesta es doble:

  • En primer lugar, habría que reflexionar sobre el volumen y la calidad de los contenidos. Analizar cuáles son los contenidos más relevantes y ver de qué manera se pueden trabajar, tal vez con más profundidad, a partir de una planificación menos voluminosa pero más esencial.
  • Por otra parte, habrá que repensar la manera en la que los alumnos acceden a estos contenidos. Por este motivo, tendremos que pensar en crear, seleccionar o adaptar materiales y recursos. No olvidemos la cantidad de profesorado que, de forma altruista, comparte el trabajo que hace con el alumnado en su día a día, trabajo que podemos reaprovechar para adaptarlo a las necesidades de los y las estudiantes. También será necesario pensar en el espacio ideal para hacer llegar estos nuevos recursos y materiales. Abrir un aula virtual, o repositorios digitales de contenidos, quizás podría ayudar al alumnado a seguir trabajando en escenarios de confinamiento o semiconfinamiento.

¿Podremos seguir utilizando las mismas metodologías?

Junto con los contenidos, otro ámbito que se ha visto afectado es el de las metodologías. Desde las metodologías más centradas en el profesorado hasta las más centradas en el alumnado, todas se han visto trastocadas y cuestionadas por tenerse que aplicar en un entorno completamente digital.

En muchos casos, debido a la rapidez con la que había que actuar, se han priorizado actividades de carácter más individual (y, en algunos casos, de tipo más reproductivo y memorístico) antes que propuestas más competenciales y globales que proponen retos al alumnado. Este hecho nos obliga a replantear el modo en que diseñamos las propuestas de aprendizaje para poder dar continuidad a este tipo de metodologías en diversos escenarios.

La comunicación debe adaptarse

Otro de los pilares de la metodología que elegimos en cada momento es la comunicación e interacción alumnado-profesorado y alumnado-alumnado. Y, en este sentido, la respuesta vendrá dada por las herramientas digitales que elijamos. Por ejemplo, herramientas que nos facilitan la comunicación sincrónica (videoconferencias, llamadas, mensajería instantánea…) o la asincrónica (correos electrónicos, foros dentro de aulas virtuales…). También habrá que tener en cuenta qué canales favorecemos para que el alumnado pueda interaccionar con las compañeras y los compañeros, y, en este caso, las herramientas de edición compartida son unas buenas aliadas.

El objetivo que debería tener el uso de este tipo de herramientas digitales es mantener las interacciones sociales necesarias para llevar a cabo los aprendizajes esperados en situaciones en las que la presencialidad no es posible. Eso sí, siempre será necesario asegurar el nivel de competencia digital del alumnado para poder hacer el acompañamiento y el aprendizaje más idóneos. También está claro que, como docentes, deberemos asimilar técnicas para mantener la atención del alumnado para, en algunos casos, recuperarlo porque se ha perdido en todos estos meses.

¿Cómo debería ser la evaluación del curso 2020-2021?

Teniendo en cuenta que, en una situación de relativa normalidad, la evaluación suele ser el centro de múltiples y diversos debates, en unos momentos como estos, en los que hay que pensar cómo deberá ser la educación una vez superada la pandemia, la evaluación es uno de los principales retos de futuro. Como en el caso de la metodología o los contenidos, la evaluación, tal y como estaba programada en la mayoría de centros, se ha visto trastocada de manera importante. Esto no solo es consecuencia de las medidas de urgencia trasladadas desde el Departamento de Educación, sino, sobre todo, del planteamiento habitual, en el que la presencialidad es imprescindible para poder recoger las evidencias necesarias para valorar el progreso del alumnado, normalmente en forma de examen.

En este sentido, junto con la metodología y los contenidos, la evaluación deberá ser repensada desde una óptica en la que la diversidad de evidencias de aprendizaje nos permita poder seguir recopilando datos del progreso del alumnado. Seguramente, una buena estrategia será diversificar el tipo de actividades que utilizamos para reducir el peso que actualmente tienen los exámenes y, a la vez, ofrecer al alumnado una evaluación que nos permita estar más pendientes del qué se evalúa que del cómo (y evitar así los quebraderos de cabeza relacionados con la posibilidad de que el alumnado copie durante un examen online).

También será igual de importante el retorno que hacemos al alumnado de las evidencias de aprendizajes para que, mediante este feedback, pueda seguir avanzando en su aprendizaje.

¿Podemos asegurar que la escuela no deja a nadie atrás?

Como hemos visto en los casos anteriores, las herramientas digitales y la tecnología forman parte, en buena medida, de las respuestas a las preguntas que se han ido planteado. De todos modos, en la sociedad actual, desgraciadamente existen diferentes velocidades con respecto a la entrada de este tipo de herramientas en los hogares de los pueblos y ciudades. Es por ello por lo que, con el fin de asegurarnos de que todas las respuestas que vamos encontrando son las correctas, deberemos tener mucho cuidado de que, en todos los casos, las propuestas que planteamos son accesibles para todos.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la responsabilidad de conseguir esta condición es compartida entre administración, familias y docentes. Es responsabilidad de los docentes pensar en varias maneras de hacer llegar propuestas, contenidos, herramientas de evaluación… para que sean accesibles en diversos escenarios. Por otra parte, es responsabilidad de la administración asegurar que las condiciones de las familias y sus niños son las más adecuadas para que se pueda llevar a cabo la escolaridad tal y como está planteada en cada momento. Finalmente, será necesaria la implicación de las familias para garantizar que sus hijas e hijos dispongan de los tiempos y los espacios necesarios para seguir avanzando en su aprendizaje.

Lo más importante: garantizar el bienestar del alumnado

Finalmente —pero no por ello menos importante—, esta situación ha puesto de relieve el papel de la escuela como comunidad, y la función de la educación más allá de la transmisión de contenidos y conocimientos. Los y las docentes han tenido un rol muy importante a la hora de ayudar a los niños a superar esta situación y, en muchas ocasiones, han contribuido a que se creara un vínculo más fuerte (si cabe) con sus familias.

En varios casos, el bienestar emocional de los alumnados ha pasado a un primer plano, por delante incluso de contenidos y metodologías. Seguramente que, con el tiempo y el lento retorno a la normalidad, esta preocupación ocupará, de nuevo, otro lugar en la lista de prioridades. Pero nos gustaría pensar que este cuidado y atención hacia el alumnado no se alejarán mucho de las primeras posiciones. Los y las docentes sabremos mantener este acompañamiento, tanto cuando nos encontremos cara a cara, en nuestras aulas y centros, como cuando debamos relacionarnos a distancia, a través de medios digitales (videoconferencias, correos electrónicos o mensajería instantánea). Incluso cuando nos falle la tecnología, sabremos recurrir a llamadas por teléfono que nos permitan no perder el contacto con niños y familias.

Para acabar...

Aunque, a estas alturas, nadie podría resolver definitivamente el interrogante de cómo debería ser la educación a partir del curso 2020-2021, una respuesta correcta seguramente tendría bien presente el papel de la escuela en la sociedad para priorizar lo que es más importante en cada momento. Tener en cuenta el cuidado por el bienestar emocional del alumnado, y que ello no solo concierna a los docentes, debería seguir siendo uno de los objetivos principales (si no el más importante) en cualquier propuesta o planteamiento sobre la escuela que vendrá.

Como veis, es un debate interesante y de rabiosa actualidad. Si os habéis quedado con ganas de más, os dejamos con un interesante debate entre docentes sobre este mismo tema.

Para saber más...

Si os interesa profundizar en nuevas metodologías del aprendizaje, os recomendamos echar un ojo al curso online de Doqua sobre el Trabajo por proyectos.

Y vosotros, ¿creéis que el curso 2020-2021 cambiará mucho con respecto al anterior? ¿Cuál es vuestra opinión? Comentad vuestras ideas a continuación.

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